Quizás muchas mujeres soñamos y recreamos imaginariamente la petición de matrimonio con una cena romántica, velas, un par de copas y el novio arrodillado que saca de un hermoso y pequeño cofre un magnífico anillo para pedirle a la enamorada novia que se case con él… ¡De película!... Pero qué pasaría si sucede lo contrario, es decir si una mujer le pide matrimonio a él.
Pues así sucede en varias partes del mundo, pero sólo los años bisiestos el 29 de febrero, ya que muchas mujeres aprovechan una vieja costumbre irlandesa para pedir matrimonio a los hombres arrodillada a los pies de él.
La leyenda cuenta que en el siglo V Santa Brígida le comentó con preocupación a San Patricio que muchas mujeres tenían que esperar largo tiempo para casarse porque había hombres demasiado tímidos o irresolutos como para formularles la propuesta.
El patrón y evangelizador de Irlanda resolvió entonces que el 29 de febrero las mujeres podían realizar ellas la petición. Un día cada cuatro años no era mucho, pero suficiente para las rígidas convenciones sociales de aquella época.
Así que Santa Brígida instituyó un día en el que fuera la mujer la que pidiera al hombre matrimonio, y fue el 29 de febrero, un día como hoy, es decir cada año bisiesto, por lo que desde entonces en Irlanda persiste, con mayor o menor intensidad, esa costumbre. En esta jornada festiva, a ellas les toca atreverse, arrodillarse y declarar sus intenciones.
Cabe mencionar que no es obligatorio para el hombre decir que sí a la propuesta de la chica, pero en el caso que rechace la petición, debe compensar a la chica con un beso y el regalo de un camisón de seda.
Y aunque bajo la tradición irlandesa el 29 de febrero esté lleno de esperanza, en otras partes no. Pues en Grecia, por mucho tiempo persistió la creencia que los años bisiestos traían mala suerte a los matrimonios, por lo cual muchas parejas preferían casarse antes o esperar un año para hacerlo.