la OIT. Frente al aprovechamiento abusivo de las necesidades ajenas y el desprecio a la dignidad de las personas
en nombre del empleo y la eficacia productiva, la Declaración de Filadelfia fue, sobre todo, una alternativa ética a los
desmanes de la economía de mercado y de la sociedad industrial del momento. En un mundo en crisis se abría paso
la idea de que la equidad y la cohesión social—presupuesto de toda sociedad justa— no solo tenían que estar
presentes en el momento de procederse a la redistribución de la riqueza, sino también en el de su creación. Por eso,
el primero y más conocido de los principios de la Declaración proclama que “el trabajo no es una mercancía”.
El "valor del trabajo" jamás debe confundirse con "los costes salariales"; el dumpingsocial por el empleo es
una práctica que ha de ser proscrita por contraria "a la dignidad, a la seguridad económica y a la igualdad de oportunidades" que siempre deben condicionar el derecho de todo ser humano a "perseguir su bienestar material". Y finalmente, en nombre de la libertad individual, la ley nunca debe amparar la imposición por el empleador
de las condiciones de trabajo o consentir modificaciones unilaterales de la relación laboral.
Si las circunstancias son difíciles QUE REPARTAN LA CARGA, NO QUE NOS PARTAN CON LA CARGA
No hay comentarios:
Publicar un comentario